-Y ¿que somos?- preguntaba, tratando de ser seria y apenas lograndolo. Esa linda cara no tiene una gota de seriedad, pero siempre me roba un suspiro. Toda su vida resultaba muy complicada en ese momento y la mía resultaba tan simple (quererla era un don con el que nací), era ella quien debía responder esa pregunta, no se si buscaba ayuda para encontrar la respuesta. Pero a mi me bastaba con amarla. El mundo en ese momento parecía ser de cuatro paredes y ella era el centro de mi universo. Que importaba la denominación que nos pusieran, que importaba la razón social, este amor no declara impuestos. No nos demandarían por copiar alguna marca registrada, somos dos que se aman, somos una pareja imposible, somos amantes, novios, esposos, somos tu y yo. Sus ojos negros se hundían en los míos exigían una explicación, ella se exigía una explicación y creía poder encontrarla en mi. Pero yo no quería explicar nada, yo quería besarla. Al siguiente día todo podía ser diferente y yo solo disponía de esos instantes. Tal era su frustración de no saber que representábamos que una lagrima suavemente se deslizo por su mejilla hasta mi mano que sostenía su rostro apunto de desplomarse en un mar de lagrimas.
-Somos el uno para el otro- respondí con toda la seguridad de saberla mía y saberme suyo. Sonrió. La bese.
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