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miércoles, 23 de junio de 2010

Nada había cambiado

Entró con el sol bañándola de espaldas, "brilla" pensé. Camino segura y cada paso que daba reducía mi mundo a la distancia que había entre ella y yo. Ese mundo hizo una pausa, el tiempo se detuvo... ¡no! Solo se detuvo mi corazón.

Se veía HERMOSA, su largo cabello negro dibujaba sus hombros finos, sus ojos profundos dejaban solo escapar un brillo que cegaba mis ideas, su figura enmarcada por la luz del atardecer encendía en mi la pasión que creí dejar en casa solo por esa ocasión. Se veía HERMOSA, nada había cambiado.

Continuaba su marcha, que parecía eterna y cada paso que daba torturaba mi mente de recuerdos que con el siguiente paso se derrumbaban otra vez. La luz chocaba contra su figura marcando su finura. Siguió y su camino la llevo a una luz más tenue, vi su rostro, vi sus ojos. No había cambiado nada en ellos sin embargo cambio todo.

Parecía distante, sus pensamientos se ocultaban tras esa natural sonrisa que me dejaba indefenso y confundido. Parecía distante, nada había cambiado.

Me falto el aire, me faltaron fuerzas, las lagrimas se formaban en mis ojos; pedí resistir, pedí desaparecer, pedí a todos los dioses PIEDAD. No la hubo, seguía ahí y ella avanzaba hacia mí. No me moví, porque de hacerlo sé que me lanzaría a pedirle que me dejara regresar. No. Respire, el aire seguía ahí la tierra comenzó a girar bajo mis pies una vez más. El tiempo avanzaba, sus ojos no me miraban. Sus pasos se volvían cada vez más rápidos, la vi de cerca, triste, cansada, nerviosa... como yo.

Compartió un saludo, compartió un abrazo. No parecía abrazar al que fue una vez el amor de su vida, compartió palabras, un poco de esto y de aquello no parecía hablar con aquel que oyó sus más profundos miedos, sus más deseadas fantasías.

La mire cada que pude, le decía todo lo que sentía. Apenas volvió para darme esa sonrisa, incomoda, distraída. Para mí no había nadie más ahí, para ella todos podían verla.

Pedí piedad, rogué por amnesia, exigí que muriera en mi pecho el amor. Pedí perdón, no la mire mas, cumpliré la promesa de ser fuerte un poco más.

La abrace y pensé "Te amo, vente conmigo, o yo me quedo aquí. Te amo, te necesito... no quiero seguir sin ti"... pero solo susurre "Te quiero". "Yo también" dijo. Nada había cambiado...

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