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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Irrompible

Cerro el puño y trago saliva; y así se trago también el dolor. No bajo la mirada, porque a los hombres el dolor no los derriba, pero sus ojos ya no miraban, sus oídos ya no escuchaba y su corazón se estremeció en el pecho. No movió un solo musculo, no porque no pudiera sino porque no sabría detenerse. Cada segundo, cada respiración lo sacaba del trance en el que su mente se escondió para no sufrir esa pena que lo sacudía. Se sintió vacio. Era como si algo saliese de su cuerpo y el no tuviera la noción de haberlo llevado siempre, en cada fibra de su ser, no podía detenerlo.

Lo que sea que haya pasado cambio por completo el ambiente que lo rodeaba, no cambio ni un milímetro los gestos, pero el semblante era distinto, no le faltaba sangre a su cuerpo pero su rostro se volvió gris. Fingió tranquilidad y siguió su camino con el mismo paso con el que había llegado. No volvió la mirada y no volvió jamás.

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